Hermanos míos, hoy celebramos el comienzo del Adviento.
El nombre, como el de otras solemnidades, es familiar y conocido por todos; pero quizá no sabemos muy bien por qué se llama así. Porque, los infortunados hijos de Adán, descuidando las verdades saludables, se apegan con preferencia a las cosas frágiles y transitorias. No es sobre la vanidad sino sobre la verdad que se ha dicho: "La conoceréis, y ella os hará libres (Jn 8, 32)".
Pues ustedes, hermanos míos, a quienes Dios revela como a los niños, las cosas que están ocultas a los sabios y prudentes del mundo, apliquen cuidadosamente todos sus pensamientos a lo que es verdaderamente saludable, ponderen cuidadosamente la razón de ser del Adviento y pregúntense quién es el que viene, por qué viene, cuándo viene y de dónde viene. Esta es una curiosidad loable y saludable; porque la Iglesia no celebraría el Adviento con tanta piedad, si este último no nos ocultara algún gran misterio.
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Título: La adoración de los pastores entre San Agustín y San Galán
Fecha de creación: 1440 -1449
Pintor: Pietro di Giovanni d’Ambrogio
Lugar: Asciano, Palazzo Corboli, Museo Municipal de Arqueología y Arte Sacro, Provincia de Siena
En primer lugar, consideremos con el mismo asombro y la misma admiración que el Apóstol, quién es el que viene.
Él es, dice el ángel Gabriel, el mismísimo hijo del Altísimo, y por tanto él mismo Altísimo también. ¿De dónde viene, sin embargo, sino de las tres Personas que creemos, confesamos y adoramos en la Trinidad suprema? No es el Padre ni el Espíritu Santo, sino el Hijo el que viene.
Fue un propósito muy profundo de la Trinidad el que reguló que sería el Hijo quien vendría. Si consideramos la causa de nuestro exilio, quizás podamos comprender, al menos en parte, lo conveniente de que fuéramos salvados más por el Hijo de Dios que por una de las otras dos Personas divinas.
De hecho, este Lucifer que se levantó, habiendo querido hacerse como el Altísimo y tratando de hacerse igual a Dios, que es propio del Hijo, fue instantáneamente arrojado del Cielo, porque el Padre tomó la defensa de la gloria de su Hijo y mostró con los hechos la verdad de lo que había dicho: "La venganza está reservada para mí, y soy yo quien la ejerceré" (Rom 12, 19). "Y luego vi a Satanás caer del cielo como un relámpago" (Lc 10:18).
Entonces, ¿de qué te enorgulleces, tú que eres solo ceniza y polvo? Si Dios no perdonó a los ángeles mismos en su orgullo, ¿cuánto menos te perdonará a ti, que no eres más que corrupción y gusanos? Satanás fue arrojado para siempre al abismo, porque, según el evangelista: "No se mantuvo firme en la verdad" (Jn 8,44).
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Título: Virgen de la Humildad
Creador: Fra Angelico
Fecha de creación: 1433-1435
Lugar: Museo Nacional de Arte de Cataluña
A quienes consideraban "quién viene" se les dio a conocer que se trataba de un huésped de inmensa e inefable majestad.
A los que avizoraban "de dónde viene", se les descubrió un largo camino, según aquel testimonio inspirado por el espíritu de profecía: "Mirad, el Señor en persona viene de lejos" (Is. 30, 27).
Y quienes contemplaban "a dónde" venía, se encuentran con un amor infinito e inimaginable: la sublimidad en persona quiere bajar a cárcel tan horrorosa.
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Título: La Adoración de los Pastores
Autor: Taller de Francisco de Zurbarán
Fecha: 1630
¿Podrá alguien ya dudar que este gesto implica una motivación importante? ¿Por qué tan gran majestad, y desde tan lejos, quiso bajar a lugar tan indigno?
Cierto, aquí hay algo grande: una inmensa misericordia que rezuma comprensión y una caridad desbordante.
Y ¿para qué ha venido? Esto es precisamente lo que ahora debemos inquirir. No es preciso engolfarnos demasiado aquí, estando tan claras las motivaciones de su venida, sus palabras y sus obras. Descendió desde las alturas celestes a buscar por los montes a la oveja extraviada. "Y para que libremente alaben al Señor por su misericordia y por las maravillas que hace con los hombres" (Sal. 106, 8). ¡Cuán grande y maravilloso es el honor que Dios nos hizo al venir a buscarnos!
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Título: El Niño Jesús repartiendo pan a los peregrinos
Autor: Bartolomé Esteban Murillo
Fecha: 1678
Ya es hora de considerar el tiempo en que llega el Salvador. Llega, sí, y creemos que no os pasa desapercibido; pero no al principio ni en el fluir del tiempo, sino al fin.
Y no aconteció a la ligera. Hay que pensar que la Sabiduría lo dispone todo con acierto; en las circunstancias más necesarias, nos brinda su ayuda, y sabía muy bien que somos hijos de Adán, propensos a la ingratitud. Ya atardecía y el día iba de caída; se estaba poniendo ya el sol de justicia, y su resplandor y calor se apagaban en la tierra. La luz del conocimiento divino era muy tenue; y, al crecer la maldad, se enfriaba el fervor de la caridad.
Ya no se dejaba ver el ángel, ni hablaba el profeta; habían claudicado, como vencidos por la desesperación, ante la dureza y obstinación de los hombres. Pero yo, exclama el Hijo, dije entonces: "Voy". Así: Un silencio sereno lo envolvía todo; y, al mediar la noche su carrera, tu palabra todopoderosa, Señor, viene desde el trono real. El Apóstol lo intuyó y exclamó: "Cuando llegó la plenitud del tiempo, Dios envió a su Hijo" (Gal. 4, 4). La plenitud y la abundancia de las cosas temporales había acarreado el olvido y la indigencia de las realidades eternas. Llegó oportuna la eternidad, precisamente cuando dominaba lo temporal.
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Título: Cristo en el Trono
Autor: Maestro del Salterio de Ingeborg
Fecha: después de 1205
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