jueves, junio 06, 2013

El Sagrado Corazón de Jesús


1er Viernes de mes: Cómo ganar el Cielo en 9 meses
Devoción de los nueve primeros viernes de mes dedicados al Sagrado Corazón de Jesús.(Se repiten todos los años 9 primeros viernes de mes consecutivos)

"Yo te prometo, en la excesiva misericordia de mi Corazón, que su amor omnipotente concederá a todos aquellos que comulguen nueve Primeros Viernes de mes seguidos, la gracia de la penitencia final: No morirán en desgracia mía, ni sin recibir sus Sacramentos, y mi Corazón divino será su refugio en aquél último momento."

Eso le dijo el Sagrado Corazón de Jesús a Santa Margarita María de Alacoque (cuyo cuerpo permanece incorrupto a pesar de los 330 años transcurridos), el 16 de junio de 1675. Ver Catecismo: punto 478 y 2669
La característica principal de la devoción al Sagrado Corazón debe ser la reciprocidad del amor; su objeto es amar a Jesús que nos ama tanto; pagar amor con amor. Más aún, habida cuenta que el amor de Jesús se manifiesta al alma devota como despreciado y airado, sobre todo en la Eucaristía, el amor propio de la devoción deberá manifestarse como un amor de reparación. De ahí la importancia de los actos de desagravio, como la comunión de reparación, y la compasión por Jesús sufriente. Aunque hay que decir que ningún acto, ninguna práctica, puede agotar las riquezas de la devoción al Sagrado Corazón.

Aprovechemos las innumerables gracias que Jesús concede a quienes desagravian su Sagrado Corazón los primeros Viernes de mes.


Las Doce Promesas del Sagrado Corazón

1. Les daré todas las gracias necesarias para su estado de vida.
2. Les daré paz a sus familias.
3. Las consolaré en todas sus penas.
4. Seré su refugio durante la vida y sobre todo a la hora de la muerte.
5. Derramaré abundantes bendiciones en todas sus empresas.
6. Los pecadores encontrarán en mi Corazón un océano de misericordia.
7. Las almas tibias se volverán fervorosas.
8. Las almas fervorosas harán rápidos progresos en la perfección.
9. Bendeciré las casas donde mi imagen sea expuesta y venerada.
10. Otorgaré a aquellos que se ocupan de la salvación de las almas el don de mover los corazones más endurecidos.
11. Grabaré para siempre en mi Corazón los nombres de aquellos que propaguen esta devoción.
12. Yo te prometo, en la excesiva misericordia de mi Corazón, que su amor omnipotente concederá a todos aquellos que comulguen nueve Primeros Viernes de mes seguidos, la gracia de la penitencia final: No morirán en desgracia mía, ni sin recibir sus Sacramentos, y mi Corazón divino será su refugio en aquél último momento.


Condiciones para ganar esta gracia:

1. Recibir la Sagrada Comunión durante nueve primeros viernes de mes de forma consecutiva y sin ninguna interrupción (obviamente, sin estar en pecado mortal, por ejemplo, por faltar a la Misa dominical). Se sugiere confesión con intención de reparar las ofensas al Sagrado Corazón.

2. Tener la intención de honrar al Sagrado Corazón de Jesús y de alcanzar la perseverancia final.

3. Ofrecer cada Sagrada Comunión como un acto de expiación por las ofensas cometidas contra el Santísimo Sacramento.

ORACIÓN PARA DESPUÉS DE CADA UNA DE LAS COMUNIONES DE LOS NUEVE PRIMEROS VIERNES:

Jesús mío dulcísimo,
que en vuestra infinita y dulcísima misericordia
prometisteis la gracia de la perseverancia final a los que comulgaren en honra de vuestro Sagrado Corazón nueve primeros viernes de mes seguidos,
acordaos de esta promesa
y a mi, indigno siervo vuestro que acabo de recibiros sacramentado con este fin e
intención,
concededme que muera detestando todos mis pecados,
creyendo en vos con fe viva, esperando en vuestra inefable misericordia y amando la bondad de vuestro amantísimo y amabilísimo
Corazón.
Amén.

ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS VIERNES

Jesús mío, os doy mi corazón, os consagro toda mi vida, en vuestras manos pongo la eterna suerte de mi alma y os pido la gracia especial de hacer mis nueve primeros Viernes con todas las disposiciones necesarias para ser partícipe de la más grande de vuestras promesas, a fin de tener la dicha de volar un día a veros y gozaros en el cielo. Amén.

ORACIONES PARA LOS NUEVE VIERNES

PRIMER VIERNES:

Yo te prometo, en el exceso de la misericordia de mi corazón, que mi amor omnipotente concederá a todos los que comulguen los primeros viernes de mes, durante nueve meses consecutivos, la gracia de la penitencia final, y que no morirán en mi desgracia, ni sin recibir los Santos Sacramentos, asegurándoles mi asistencia en la hora postrera.

¡Oh buen Jesús, que prometisteis asistir en vida, y especialmente en la hora de la muerte, a quien invoque con confianza vuestro Divino Corazón! Os ofrezco la comunión del presente día, a fin de obtener por intercesión de María Santísima, vuestra Madre, la gracia de poder hacer este año los nueve primeros viernes que deben ayudarme a merecer el cielo y alcanzar una santa muerte.
Amén.

Oración Final: Jesús mío, os doy mi corazón...
Oración para después de la Comunión: Jesús mío dulcísimo,...

SEGUNDO VIERNES:

Les daré todas las gracias necesarias a su estado.

Jesús misericordioso, que prometisteis, a cuantos invoquen confiados vuestro Sagrado Corazón, darles las gracias necesarias a su estado: os ofrezco mi comunión del presente día para alcanzar, por los méritos e intercesión de vuestro Corazón Sacratísimo, la gracia de una tierna, profunda e inquebrantable devoción a la Virgen María.

Siendo constante en invocar la valiosa providencia de María, Ella me alcanzará el amor a Dios, el cumplimiento fiel de mis deberes y la perseverancia final.
Amén.

Oración Final: Jesús mío, os doy mi corazón...
Oración para después de la Comunión: Jesús mío dulcísimo,...

TERCER VIERNES:

Pondré paz en las familias. Bendeciré los lugares donde se venera la imagen de mi Corazón.

Jesús amantísimo, que prometisteis bendecir las casas donde se venera la imagen de vuestro Sagrado Corazón, yo quiero que ella presida mi hogar; os ofrezco la comunión del presente día para alcanzar por vuestros méritos y por la intercesión de Vuestra Santa Madre que todos y cada uno de los miembros de mi familia conozcan sus deberes; los cumplan fielmente y logren entrar en el cielo, llenas las manos de buenas obras.

¡Oh Jesús, que os complacéis en alejar de nuestro hogar las disensiones, las enfermedades y la miseria! Haced que, vuestra vida sea una no interrumpida acción de gracias por tantos beneficios. Amén.

Oración Final: Jesús mío, os doy mi corazón...
Oración para después de la Comunión: Jesús mío dulcísimo,...

CUARTO VIERNES:

Seré su consuelo en todas las tribulaciones.

Jesús mío, que prometisteis consuelo a cuantos a Vos acuden en sus tribulaciones: os ofrezco mi Comunión del presente día para alcanzar de vuestro Sagrado Corazón y del Corazón Inmaculado de vuestra Madre Santísima la gracia de venir al Sagrario a pedir fuerza y consuelo cuantas veces me visiten las penas. ¡Oh Jesús, oh María, consolad y salvad a los que sufren! ¡Haced que ninguno de sus dolores se pierda para el cielo!
Amén.

Oración Final: Jesús mío, os doy mi corazón...
Oración para después de la Comunión: Jesús mío dulcísimo,...

QUINTO VIERNES:

Derramaré copiosas bendiciones en todas sus empresas.

Jesús mío, que prometisteis bendecir los trabajos de cuantos invoquen confiados Vuestro Divino Corazón: os ofrezco la comunión del presente día para alcanzar por vuestra Santísima Madre la gracia de que bendigáis mis estudios, mis exámenes, mi oficio, y todos los trabajos de mi vida.

Renuevo el inquebrantable propósito de ofreceros cada mañana al levantarme, y por mediación de la Santísima Virgen, las obras y trabajos del día..., y de trabajar con empeño y constancia para complaceros y alcanzar en recompensa el cielo.
Amén.

Oración Final: Jesús mío, os doy mi corazón...
Oración para después de la Comunión: Jesús mío dulcísimo,...

SEXTO VIERNES:

Los pecadores hallarán en mi Corazón un océano de misericordia.

Sagrado Corazón de Jesús, siempre abierto a los pecadores arrepentidos: os ofrezco la comunión del presente día para alcanzar por vuestros méritos infinitos y por los de vuestra Santísima Madre la conversión de cuantos obran mal. Os suplico, ¡buen Jesús!, inundéis su corazón de un gran dolor de haberos ofendido. Haced que os conozcan y os amen. Dispensadme la gracia de amaros más y más y en todos los instantes de mi vida, para consolaros y reparar la ingratitud de quienes os olvidan.
Amén.

Oración Final: Jesús mío, os doy mi corazón...
Oración para después de la Comunión: Jesús mío dulcísimo,...

SÉPTIMO VIERNES

Las almas tibias hallarán fervor. Las almas fervorosas llegarán presto a la perfección.

Sin vuestro auxilio, Jesús mío, no podemos avanzar en el camino del bien. Señor, por mediación de la Virgen María, os ofrezco la comunión de este día para que avivéis en mi alma el amor a vuestro Corazón Sagrado y concedáis este amor a cuantos no lo sienten. Ayudado de vuestra divina gracia lucharé, Señor, para que cada semana, cada mes, avance un poco en la virtud que más necesito.
Amén.

Oración Final: Jesús mío, os doy mi corazón...
Oración para después de la Comunión: Jesús mío dulcísimo,...

OCTAVO VIERNES:

Daré a cuantos trabajan por la salvación de las almas el don de ablandar los corazones más endurecidos.

Sagrado Corazón de Jesús, que prometisteis inspirar a los que trabajan por la salvación de las almas aquellas palabras que consuelan, conmueven y conservan los corazones; os ofrezco mi comunión de hoy para alcanzar, mediante la intercesión de María Santísima, la gracia de saber consolar a los que sufren y la gracia de volver a Vos, Señor, a los que os han abandonado.

¡Dulce Salvador mío, concededme y ayudadme a salvar almas! ¡Son tantos y tantos los desgraciados que empujan a los demás por el camino del vicio y del infierno! Haced, Señor, que emplee toda mi vida en hacer mejores a los que me rodean y en llevarlos conmigo al cielo.
Amén.

Oración Final: Jesús mío, os doy mi corazón...
Oración para después de la Comunión: Jesús mío dulcísimo,...

NOVENO VIERNES:

Guardaré recuerdo eterno de cuanto un alma haya hecho a mayor gloria de mi Corazón. Los que propaguen esta devoción tendrán su nombre escrito en mi Corazón, de donde no será borrado.

Os ofrezco, Jesús mío, la Comunión del presente día para alcanzar la gracia de saber infundir en el alma de cuantos me rodean ilimitada confianza en vuestro Corazón Divino. Dadme cuanto necesito para llevar a Vos a los que luchan, a los que lloran, a los caídos, a los moribundos. Y dignaos, ¡oh Jesús!, escribir hoy mi nombre en vuestro Corazón y decir a los ángeles que rodean vuestro Tabernáculo: Este nombre es el de un devoto que, amándome mucho, quiere consolarme del olvido e ingratitud de tantos hombres.
Amén.



San Pedro Julián de Eymard


“Cor meum ibi cunctis diebus”
“Mi corazón estará allí todos los días” (III Reyes, IX, 3)
Deseaba San Pablo que los habitantes de Efeso conocieran, por la gracia de Dios Padre, de quien procede todo don, la incomparable ciencia de la caridad de Jesucristo para con el hombre. Nada podría desearles más santo, más hermoso ni más importante. Conocer el amor de Jesucristo y estar llenos de él es el reino de Dios en el hombre. Estos son precisamente los frutos de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, que vive y nos ama en el Santísimo Sacramento. Esta devoción es el culto supremo del amor. Es el alma y el centro de toda la religión, porque la religión no es otra cosa que la ley, la virtud y la perfección del amor, y el Sagrado Corazón de Jesús contiene la gracia y es el modelo y la vida de este amor. Estudiemos tal amor delante de ese foco en el cual está ardiendo por nosotros.

La devoción al Sagrado Corazón tiene un doble objeto: propónese, en primer lugar, honrar por medio de la adoración y del culto público, el corazón de carne de Jesucristo, y, en segundo lugar, tiende a honrar aquel amor infinito que nos ha tenido desde su creación y que todavía está consumiéndole por nosotros en el Sacramento de nuestros altares.

De todos los órganos del cuerpo humano el corazón es el más noble. Hallase colocado en medio del cuerpo como un rey en medio de sus estados. Está rodeado de los miembros más principales, que son como sus ministros y oficiales, él los mueve y les imprime actividad, comunicándoles el calor vital que en él hay acumulado y reservado. Es la fuente de donde emana la sangre por todas las partes del organismo, regándolas y refrescándolas, Esta sangre, debilitada por la pérdida de principios vitales, vuelve desde las extremidades al corazón para renovar su calor y recobrar nuevos elementos de vida.

Lo que es verdad, tratándose del corazón humano en general, lo es también verdad tratándose del Corazón de Jesús. Es la parte más noble del cuerpo del Hombre-Dios unido hipostáticamente al Verbo, por lo cual merece el culto supremo de adoración que se debe a Dios solo. Es necesario notar que en nuestra veneración no debemos separar el Corazón de Jesús de la divinidad del Hombre-Dios; está unido al la divinidad por indisolubles lazos, y el culto que tributamos al Corazón no termina en él, sino que pasa a la Persona adorable que le posee y a la cual está unido para siempre.

De aquí se sigue que pueden dirigirse a este Corazón divino las oraciones, los homenajes y las adoraciones que dirigimos al mismo Dios. Están equivocados todos aquéllos que al oír estas palabras “Corazón de Jesús”, piensan únicamente en este órgano material, considerando el Corazón de Jesús como un miembro sin vida y sin amor, poco más o menos como se haría tratándose de una santa reliquia; se equivocan también aquéllos que juzgan que esta devoción divide la persona de Jesucristo, restringiendo a1 corazón sólo el culto que debe tributarse a toda la Persona. Estos no se fijan en que, al honrar el Corazón de Jesús no suprimimos lo restante del compuesto divino del Hombre-Dios, ya que al honrar a su Corazón lo que en realidad pretendemos es celebrar todas las acciones, la vida entera de Jesucristo que no es otra cosa que la difusión de su Corazón al exterior.

Así como en el sol se forman y de él dimanan los rayos ardientes que fertilizan la tierra y comunican mayor vigor a todo lo que tiene vida, así también parten del corazón esas dulces y vigorosas energías que llevan el calor vital y la fuerza a todos los miembros del cuerpo. Si languidece el corazón, todo el cuerpo languidece con él; si el corazón sufre, todos los miembros sufren igualmente; en este caso, las funciones del cuerpo se entorpecen y todo el organismo se para. Por modo semejante la función del Corazón de Jesús consistió en vivificar, fortalecer y conservar todos los miembros del cuerpo de Jesús, todos sus órganos y sentidos, mediante la acción continua que en ellos ejercía; de tal modo que el Corazón de Jesús fue el principio de las acciones, afectos y virtudes de toda la vida del Verbo encarnado.

Como el corazón es el foco del amor en sentir de los filósofos, y como el móvil de toda la vida de Jesús fue el amor, de aquí que tengamos que referir a su Corazón Sacratísimo todos los misterios de la vida de Jesús y todas sus virtudes. "Tan natural es al fuego el quemar como al corazón el amar -dice Santo Tomás-, y como en el hombre es el órgano principal del sentimiento, parece conveniente que el acto exigido por el primero de todos los preceptos se haga sensible o se simbolice por medio del corazón."De la misma manera que los ojos ven y los oídos oyen, así también el corazón ama; es el órgano de que se sirve el alma para producir los afectos y el amor. En el lenguaje vulgar se confunden estos dos términos, y se emplea la palabra corazón para significar el amor y viceversa. El Corazón de Jesús fue por ende el órgano de su amor; cooperó en la obra de su amor siendo el principio y el asiento del mismo amor; experimentó todas las sensaciones de amor que pueden conmover al corazón humano con la diferencia de que, amando el alma de Jesucristo con un amor incomparable e infinito, su Corazón es una hoguera inmensa de amor de Dios y de los hombres, y de esta hoguera salen de continuo las llamas más ardientes y más puras del amor divino. Esas llamas le abrasaron desde el primer instante de su concepción hasta el último suspiro de su vida y después de la Resurrección no han cesado ni cesarán jamás de abrasarle. El Corazón de Jesús ha producido y produce cada día innumerables actos de amor, cada uno de los cuales da más gloria a Dios que la que pueden darle todos los actos de amor de los ángeles y de los santos. Por consiguiente, entre todas las criaturas corporales, es la que más contribuye a la gloria del Criador y la que más merece el culto y el amor de los ángeles y de los hombres.

Todo lo que pertenece a la Persona del Hijo de Dios es infinitamente digno de veneración. La menor parte de su Cuerpo, la más ligera gota de su Sangre, merece la adoración del cielo y de la tierra. Las cosas más viles se hacen dignas de veneración merced al contacto de su carne, como sucede con la cruz, con los clavos, con las espinas, con la esponja, con la lanza y con todos los instrumentos de su suplicio; ¿cuánta más veneración no se le deberá a su Corazón, cuya excelencia es tanto más notable, cuanto más nobles son las funciones que ejerce y más perfectos los sentimientos que produce y acciones que inspira? Porque no hay que perder de vista que si Jesucristo nació en un establo, si vivió pobre en Nazaret y murió por nosotros, a su Corazón lo debemos. En este santuario se formaron. todas las resoluciones heroicas y todos los divinos propósitos que llevó a la práctica durante su vida. Su Corazón debe, por lo tanto, ser honrado no menos que el pesebre, en el cual mira el alma fiel a Jesús cuando viene al mundo pobre y abandonado; como debe también ser honrada la cátedra desde la cual Jesús nos íntima aquel amoroso mandato: "Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón"; como debe serlo la cruz en que el alma le ve expirar; como se debe honrar el sepulcro de donde salió inmortal, y el Evangelio eterno, que enseña al hombre a imitar todas las virtudes de que Jesús es acabado modelo.

El alma devota del Sagrado Corazón de Jesús se ejercitará muy especialmente en actos de amor divino, puesto que este Corazón es ante todo el asiento y el símbolo de ese amor; y como el Santísimo Sacramento es la prenda sensible y permanente del amor, en la Eucaristía el alma encontrará al Corazón de Jesús, y de este Corazón eucarístico aprenderá a amar.

Queriendo Jesucristo ser siempre re amado por el hombre debe manifestarle siempre su amor; y así como para vencer y conquistar nuestro corazón tuvo Dios necesidad de hacerse hombre de hacerse sensible y palpable, así también para que su conquista quede asegurada debe continuar haciéndole sentir un amor sensible y humano. La ley del amor es perpetua y la gracia que necesitamos para poder amar, debe serlo también; el sol de amor no debe ponerse nunca para el corazón del hombre porque de lo contrario se enfriaría éste y llegaría a morir helado por el frío de la muerte y del olvido. El corazón del hombre no se entrega sino a seres vivos y sólo admite uniones con otro amor actual que él siente y que le da pruebas actuales de su existencia.

Pues bien, todo el amor de la vida mortal del Salvador, su amor infantil en el pesebre, su amor lleno de celo apostólico por la gloria de su Padre durante su predicación, su amor de víctima sobre la cruz, todo esos amores se hallan reunidos os y triunfantes en su Corazón glorioso que vive en el Santísimo Sacramento. Aquí debemos buscarle para alimentarnos de su amor. También está en el ciclo, pero para los Ángeles y los santos ya coronados. En la Eucaristía está para nosotros: nuestra devoción al Sagrado Corazón debe ser, por consiguiente, eucarística, debe concentrarse en la divina Eucaristía como en el único centro personal y vivo del amor y de las gracias del Sagrado Corazón para con los hombres.
¿Por qué separar al Corazón de Jesús de su cuerpo y de su divinidad? ¿No es cierto que por su Corazón vive en el Santísimo Sacramento y que por él se halla su cuerpo vivificado y animado? Jesús resucitado no muere ya. ¿Por qué separar ya su corazón de su Persona y querer hacerle morir, por decirlo así, en nuestro espíritu? Este Corazón vive y palpita en la Eucaristía, no ya con la vida del Salvador pasible y mortal, capaz de tristeza, de agonía, de dolor, sino con una vida resucitada y consumada en la bienaventuranza. Esta imposibilidad de sufrir y de morir no disminuye en nada la realidad de su vida; al contrario, la hace más perfecta. ¿Ha podido, acaso, la muerte llegar hasta Dios?... Muy al revés, El es el manantial de la vida perfecta y eterna.

El Corazón de Jesús vive en la Eucaristía, supuesto que su cuerpo está allí vivo. Es verdad que este Corazón divino no está allí de un modo sensible, ni se le puede ver, pero lo, mismo ocurre con todos los hombres. Este principio de vida conviene que sea misterioso, que esté oculto: descubrirlo sería matarlo; sólo se conoce su existencia por los efectos que produce. El hombre no pretende ver el corazón de un amigo, le basta una palabra para cerciorarse de su amor. ¿Qué diremos del Corazón divino de Jesús? El se nos manifiesta por los sentimientos que nos inspira, y esto debe bastarnos. Por otra parte, ¿quién sería capaz de contemplar la belleza y la bondad de este Corazón? ¿Quién podría tolerar el esplendor de su gloria ni soportar la intensidad del fuego devorador de su amor, capaz de consumirlo todo? ¿Quién se atrevería a dirigir su mirada a esa arca divina, en la cual está escrito con letras de fuego su Evangelio de amor, en donde se hallan glorificadas todas sus virtudes, donde su amor tiene su trono y su bondad guarda todos sus tesoros? ¿Quién querría penetrar en el propio santuario de la divinidad? ¡El Corazón de Jesús! ¡Es el cielo de los cielos, habitado por el mismo Dios, en el cual encuentra todas sus delicias! ¡No, no vemos el Corazón eucarístico de Jesús; pero lo poseemos..! ¡Es nuestro!


"Obras Eucarísticas de San Pedro Julián de Eymard"

Junio: Mes del Sagrado Corazón de Jesús
Adoramos el Corazón de Cristo porque es el corazón del Verbo encarnado, del Hijo de Dios hecho hombre
Junio: Mes del Sagrado Corazón de Jesús
Junio: Mes del Sagrado Corazón de Jesús


Explicación de la fiesta

La imagen del Sagrado Corazón de Jesús nos recuerda el núcleo central de nuestra fe: todo lo que Dios nos ama con su Corazón y todo lo que nosotros, por tanto, le debemos amar. Jesús tiene un Corazón que ama sin medida.
Y tanto nos ama, que sufre cuando su inmenso amor no es correspondido.

La Iglesia dedica todo el mes de junio al Sagrado Corazón de Jesús, con la finalidad de que los católicos lo veneremos, lo honremos y lo imitemos especialmente en estos 30 días.

Esto significa que debemos vivir este mes demostrandole a Jesús con nuestras obras que lo amamos, que correspondemos al gran amor que Él nos tiene y que nos ha demostrado entregándose a la muerte por nosotros, quedándose en la Eucaristía y enseñándonos el camino a la vida eterna.
Todos los días podemos acercarnos a Jesús o alejarnos de Él. De nosotros depende, ya que Él siempre nos está esperando y amando.

Debemos vivir recordandolo y pensar cada vez que actuamos: ¿Qué haría Jesús en esta situación, qué le dictaría su Corazón? Y eso es lo que debemos hacer (ante un problema en la familia, en el trabajo, en nuestra comunidad, con nuestras amistades, etc.).
Debemos, por tanto, pensan si las obras o acciones que vamos a hacer nos alejan o acercan a Dios.

Tener en casa o en el trabajo una imagen del Sagrado Corazón de Jesús, nos ayuda a recordar su gran amor y a imitarlo en este mes de junio y durante todo el año.

Origen de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús

Santa Margarita María de Alacoque era una religiosa de la Orden de la Visitación. Tenía un gran amor por Jesús. Y Jesús tuvo un amor especial por ella.

Se le apareció en varias ocasiones para decirle lo mucho que la amaba a ella y a todos los hombres y lo mucho que le dolía a su Corazón que los hombres se alejaran de Él por el pecado.
Durante estas visitas a su alma, Jesús le pidió que nos enseñara a quererlo más, a tenerle devoción, a rezar y, sobre todo, a tener un buen comportamiento para que su Corazón no sufra más con nuestros pecados.

El pecado nos aleja de Jesús y esto lo entristece porque Él quiere que todos lleguemos al Cielo con Él. Nosotros podemos demostrar nuestro amor al Sagrado Corazón de Jesús con nuestras obras: en esto precisamente consiste la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.

Las promesas del Sagrado Corazón de Jesús:

Jesús le prometió a Santa Margarita de Alacoque, que si una persona comulga los primeros viernes de mes, durante nueve meses seguidos, le concederá lo siguiente:

1. Les daré todas las gracias necesarias a su estado (casado(a), soltero(a), viudo(a) o consagrado(a) a Dios).
2. Pondré paz en sus familias.
3. Los consolaré en todas las aflicciones.
4. Seré su refugio durante la vida y, sobre todo, a la hora de la muerte.
5. Bendeciré abundantemente sus empresas.
6. Los pecadores hallarán misericordia.
7. Los tibios se harán fervorosos.
8. Los fervorosos se elevarán rápidamente a gran perfección.
9. Bendeciré los lugares donde la imagen de mi Corazón sea expuesta y venerada.
10. Les daré la gracia de mover los corazones más endurecidos.
11. Las personas que propaguen esta devoción tendrán su nombre escrito en mi Corazón y jamás será borrado de Él.
12. La gracia de la penitencia final: es decir, no morirán en desgracia y sin haber recibido los Sacramentos.

Oración de Consagración al Sagrado Corazón de Jesús

Podemos conseguir una estampa o una figura en donde se vea el Sagrado Corazón de Jesús y, ante ella, llevar a cabo la consagración familiar a su Sagrado Corazón, de la siguiente manera:

Señor Jesucristo, arrodillados a tus pies,
renovamos alegremente la Consagración
de nuestra familia a tu Divino Corazón.

Sé, hoy y siempre, nuestro Guía,
el Jefe protector de nuestro hogar,
el Rey y Centro de nuestros corazones.

Bendice a nuestra familia, nuestra casa,
a nuestros vecinos, parientes y amigos.

Ayúdanos a cumplir fielmente nuestros deberes, y participa de nuestras alegrías y angustias, de nuestras esperanzas y dudas, de nuestro trabajo y de nuestras diversiones.

Danos fuerza, Señor, para que carguemos nuestra cruz de cada día y sepamos ofrecer todos nuestros actos, junto con tu sacrificio, al Padre.

Que la justicia, la fraternidad, el perdón y la misericordia estén presentes en nuestro hogar y en nuestras comunidades.
Queremos ser instrumentos de paz y de vida.

Que nuestro amor a tu Corazón compense,
de alguna manera, la frialdad y la indiferencia, la ingratitud y la falta de amor de quienes no te conocen, te desprecian o rechazan.

Sagrado Corazón de Jesús, tenemos confianza en Ti.
Confianza profunda, ilimitada.

Sugerencias para vivir la fiesta:
  • Poner una estampa del Sagrado Corazón de Jesús, algún pensamiento y la oración para la Consagración al Sagrado Corazón de Jesús.


  • Hacer una oración en la que todos pidamos por tener un corazón como el de Cristo.


  • Leer en el Evangelio pasajes en los que se podamos observar la actitud de Jesús como fruto de su Corazón.



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