miércoles, diciembre 04, 2019

San José y el Adviento



San José es una de las figuras principales en el misterio de la Navidad. Por lo tanto, en estos días que faltan para que nazca el Niño Jesús procuremos pensar en San José; intentemos imaginar lo que pasaría por su cabeza y el modo en el cual se iría preparando para el nacimiento de su Hijo, y aprovechemos para pedirle, por medio de la oración, que él mismo prepare nuestro corazón.
Estimados fieles, ¡Ya viene pronto Navidad! Ya se acerca el dichoso momento en el cual Nuestro Señor ha de venir de nuevo con el deseo de nacer espiritualmente en las almas. No es, pues, cualquier cosa la Navidad. No es una mera fiesta o evento social. Es el Nacimiento del Hijo de Dios. Debemos, por lo tanto, prepararnos lo mejor que podamos; no sea que el Niño Dios, como hace 2019 años, “no encuentre lugar” en nuestro corazón para nacer.
Gracias a Dios, no nos faltan los medios prácticos para lograr esta preparación. Un ejemplo es la muy antigua (de casi cinco siglos) “Novena de los Santos Peregrinos”, mejor conocida como “Posadas”; que se llevarán a cabo, como cada año, en nuestra Capilla y a las cuales les recomendamos encarecidamente el asistir.
Ahora bien, vamos a aprovechar este número de nuestro boletín para proponer un medio más para prepararnos lo mejor posible: el recurso a San José.
San José es una de las figuras principales en el misterio de la Navidad; luego de Nuestro Señor y de la Virgen, evidentemente. Por lo tanto, en estos días que faltan para que nazca el Niño Jesús procuremos pensar en San José; intentemos imaginarnos lo que pasaría por su cabeza y el modo en el cual él se iría preparando para el nacimiento de su Hijo. Hagámos este pequeño esfuerzo, sobre todo con el fin de imitarle en la expectación del nacimiento del Niño Jesús. Por otra parte, aprovechemos para pedirle, por medio de la oración que él mismo nos vaya preparando.

Los pensamientos de San José

El amor de Dios. Sin duda, San José pensaría en que “tanto amo Dios al mundo que dio a su Único Hijo”. Bastante asombraría a San José el pensar cómo Dios misericordiosísimo, siendo absolutamente feliz consigo mismo y, por lo tanto, no teniendo necesidad de la humanidad pecadora para ser feliz, se compadece y exclama: “Hagamos la redención del género humano”. No dejaría de sorprenderle la doble realidad de: los hombres, olvidados de Dios; Dios, preocupado por los hombres. Por supuesto que estas ideas encenderían en San José un gran deseo de darle algo a Nuestro Señor a cambio de tanto amor. Lo mismo intentemos pensar. ¿Quiénes somos para que Dios se haya acordado de nosotros? ¿Quiénes somos para que Dios se humille tanto ocultando su gloria, haciénsose un niñito, sometiéndose a las humillaciones de la vida humana, “tomando la forma de esclavo”, como dice San Pablo? Dios ha hecho todo esto por nosotros ¿qué hemos hecho nosotros por Dios?
La Persona del Niño Dios. No dejaría de pensar San José en quién es ese Niñito cuyo nacimiento espera. Contempla al Dios eterno de infinita Majestad, quien ha creado todas la cosas y de quien dependen absolutamente. Considera al Dios de vivos y muertos, quien los ha de juzgar a todos. Piensa en Dios infinitamente grande y digno de toda veneración, que se ha hecho pequeño en el seno purísimo de la Santísima Virgen; y digno de nuestro amor. En compañía de San José, vayamos adorando al Niño que está por nacer. Recordemos que el nacimiento que esperamos es el de nuestro Dios, a quien le debemos todo y, ante cuyo nacimiento no podemos quedar indiferentes.
Deseo del nacimiento del Niño Jesús. Al conocimiento de la Persona que va a nacer, se agrega el deseo de su nacimiento. Cómo desearía San José ver ya al Niño Dios, adorarle, tomarle en sus brazos, llamarle hijo y demostrarle su amor. Así mismo, el corazón de San José desearía la pronta venida de Jesús para que diese comienzo al derramamiento de sus gracias en las almas. Movamos en nuestros corazones el deseo de la venida del Señor. Encendamos en nuestro corazón un deseo igual al de San José de ver con nuestros ojos al que el casto seno de la Virgen encierra hace ya casi nueve meses, contemplar los rasgos de ese Hijo del Padre celestial, de ver finalmente, realizarse el Nacimiento que acarreará Gloria a Dios en los altos cielos y Paz a los hombres de buena voluntad en la tierra.
Humildad y gratitud. Sin duda pensaría nuestro Santo: ¿A dónde a mí tanto bien? ¿Quién soy yo para ser llamado Padre del Salvador y Esposo de la Reina de los Ángeles? A estos pensamientos de humildad se agregarían los de gratitud por permitirle participar de tan grandes misterios. Cómo agradecería a Dios que su Hijo naciera, no sólo en este mundo, sino también en su corazón. Igualmente, nosotros pensemos que, por nuestras infidelidades a Dios, no merecemos que Jesús nazca en nosotros, pero Él, en su infinita misericordia, de todos modos quiere hacerlo para así remediar nuestra miseria. Y, por supuesto, demos gracias a Nuestro Señor de que se haya dignado hacerse un pequeño niño para nacer, sufirir mucho y morir por nosotros y así librarnos del infierno.
El Niño Dios quiere nacer, como cada año, en nuestra alma para irla empapando cada vez más de su gracia y unirse más íntimamente a nosotros; hay que saber agradecerle por tanta misericordia.

Recémosle a San José

Para obtener las garcias que requerimos hace falta rezar. Por eso, estimados fieles, en estos días que faltan para la Navidad, no olvidemos pedirle a San José en nuestras oraciones que nos alcance las gracias necesarias para prepararnos bien. Pidámosle que nos obtenga el acabar de purificar nuestra alma para recibir santamente al Niño Dios. Igualmente, hay que pedirle que aumente en nosotros el deseo del nacimiento de su Hijo porque entre más grande sea este deseo, más gracias recibiremos.
Agreguemos en nuestro Santo Rosario, o en nuestras oraciones de la mañana o de la noche alguna oración a nuestro Santo Patriarca con el fin de que nos ayude. Si pensamos asistir a las Posadas, tratemos de tener lo más presente posible que, durante esos 9 días, lo estamos acompañando espiritualmente a él y a la Virgen en su camino hacia Belén. Alguno dirá que no tiene tiempo de sobra para rezar; pues bien, al menos que intente hacer una pequeña jaculatoria, un “San José, ruega por nosotros” con el cual eleve su alma hacia San José, para que no le falte su asistencia.
Dios los bendiga.
Padre Luis Rodríguez

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