« Alegrémonos todos en el Señor, porque
nuestro Salvador ha nacido en el mundo. Hoy,
desde el cielo, ha descendido la paz para nosotros. »
(Antifona de Entrada )
La Iglesia en su misión de ir
por todo el mundo llevando la Buena Nueva ha querido dedicar un tiempo a
profundizar, contemplar y asimilar el Misterio de la Encarnación del Hijo
de Dios; a este tiempo lo conocemos como Navidad. Cerca de la antigua
fiesta judía de las luces y buscando dar un sentido cristiano a las
celebraciones paganas del solsticio de invierno, la Iglesia aprovechó el
momento para celebrar la Navidad. En este tiempo los cristianos, por medio
del Adviento, se preparan para recibir a Cristo,"luz del mundo"
(Jn 8, 12) en sus almas, rectificando sus vidas y renovando el compromiso
de seguirlo. Durante el Tiempo de Navidad al igual que en el Triduo
Pascual de la Semana Santa celebramos la redención del hombre gracias a
la presencia y entrega de Dios; pero a diferencia del Triduo Pascual en el
que recordamos la Pasión y muerte del Salvador, en la Navidad recordamos
que Dios se hizo Hombre y habitó entre nosotros.
Así como el sol despeja las
tinieblas durante el alba, la presencia de Cristo irrumpe en las tinieblas
del pecado, el mundo, el demonio y de la carne para mostrarnos su camino a
seguir. Con su luz nos muestra la verdad de nuestra existencia. Cristo
mismo es la vida que renueva la naturaleza caída del hombre y de la
naturaleza. La Navidad celebra esa presencia renovadora de Cristo que
viene a salvar al mundo.
La Iglesia en su papel de madre y
maestra por medio de una serie de fiestas busca concientizar al hombre de
este hecho tan importante para la salvación de sus hijos. Esta sección
busca apoyar esta tarea de la Iglesia ofreciendo una serie de breves
artículos en los que se muestra la riqueza de la vivencia real y profunda
de la Navidad.
ORÍGEN DE LA FIESTA DE NAVIDAD
Entre las fiestas que explican
el misterio de Cristo, fuera del ciclo pascual tenemos las fiestas de
Navidad y Epifanía. Hoy existen con dos nombres diversos: la del 25 de
diciembre, Navidad y la del 6 de enero, Epifanía. La distinción y
coexistencia de ellas data de finales del s. IV y principios de s. V.
Al
principio, en la primera
mitad del s. IV las dos fiestas eran una única celebración de Encarnación
del Verbo, pues mientras este misterio se celebraba en Oriente el 6 de enero
con el nombre de "Epifanía", en Occidente el Natalis Domini
(nombre que le daban en Roma) era celebrado era el 25 de diciembre.
El día de Navidad aparece en
Roma en el documento llamado Cronógrafo Filocaliano que data de 336.
Tratándose de un calendario litúrgico parece cierto que la indicación no
sea una simple muestra histórica sino el dato de una fiesta en cuanto se
considera que las demás fiestas parten del 25 de diciembre.
Fuera de Roma, en África, el
nacimiento es atestiguado ya por Optato de Milevo (360 A.D.) festejando
también la adoración de los magos con la fiesta del 25 de diciembre. En
Oriente la fiesta del nacimiento comienza a aparecer al final del siglo IV,
En el 380 Gregorio Nacianzeno la introduce en Constantinopla (In Sancta
Lumina, PG 36, 349). Un discurso tenido el 20 de diciembre por San Juan
Crisóstomo, en ese tiempo sacerdote de Antioquía, nos informa que la
primera vez en el año 386 se celebra el nacimiento en aquella ciudad el 25
de diciembre como fiesta distinta de la Epifanía (del 6 de Enero) que era
una fiesta venida de Roma.
Pero ¿realmente el nacimiento
de Cristo fue el 25 de diciembre? Según la tradición que encontramos en el
tratado Solstitis et aequinoctitis (s. IV) Jesús sería concebido
en el mismo día y mes en que sería muerto, o sea el 25 de marzo; por lo
tanto el nacimiento caería el 25 de diciembre. Mas esta tradición parece
que no está en el origen de la fiesta y más bien sería una tentativa de
explicación sobre una base de misticismo astrológico muy en boga en ese
tiempo.
Otra explicación que
históricamente parece más probable es la que ve en la fiesta del nuevo
sol, o sea la Natalis Invicti, como se decía entonces. El culto al
sol estaba en gran auge por el mitracismo y fue de una última gran ofensiva
contra el cristianismo precisamente en el siglo IV. Así fue un gran honor
para los emperadores del siglo tercero, entre ellos Aureliano, quien erigió
un gran templo en honor al sol en Roma en campo Marcio, teniendo como
símbolo el sol, por la gran ofensiva continuada bajo Aureliano el Apóstata
(335). La fiesta por excelencia del sol fue así el solsticio de invierno en
cuanto representaba la anual victoria del sol sobre las tinieblas y caía el
25 de diciembre.
El cronógrafo (el 354) señala
el nacimiento de Cristo, el 25 de diciembre en el mismo día que el
calendario civil señalaba Natalis Invicti.
Inspirada por las escrituras y
por las circunstancias ambientales, la simbología de la luz y del sol como
referencia a Cristo fue muy desarrollada y consagrada por los cristianos.
Podemos citar algunos textos bíblicos como el salmo 18 "Ha hecho del
sol su morada", "resurgirá para nosotros el sol de justicia"
(Mal 4, 2), "Vendrá a visitarnos el sol, símbolo de Cristo y el mismo
rezar vueltos hacia el oriente estaba difundido entre los cristianos en el
momento en que se celebraba el nacimiento astronómico del sol, en presentar
también al verdadero sol: Cristo.
San Jerónimo queriendo explicar
que el nacimiento de Cristo debe ser celebrado el 25 de diciembre dice:
"Hasta aquel día (25 de diciembre) crecen las tinieblas y desde aquel
día disminuye el error y viene la verdad. Hoy nace nuestro sol de
justicia" ( Sermón, in Anecd. Mared III 2, 297). Y San máximo de
Turín (mitad del s. IV) afirma: "Es un cierto Y tiene razón en este
día el nacimiento de Cristo vulgarmente dicho el nuevo sol ... Con gusto
aceptamos este modo de hablar porque con el nacimiento del Salvador
resplandece no sólo la salvación del género humano, sino también la luz
del sol" (Sermón 2, PL. 57, 537).
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